domingo, 5 de septiembre de 2010


Amémonos. La noche clara, aromosa y mística tiene no sé qué suave dulzura cabalística. Somos grandes y solos sobre el haz de los campos y se aman las luciérnagas entre nuestros cabellos, con estremecimientos breves como destellos de vagas esmeraldas y extraños crisolampos.





Tu piel me atrae con la gravedad de todo el cosmos que afuera sufre su negra eternidad impenetrable




Aquí estoy, desnuda, sobre las sábanas solitarias de esta cama donde te deseo.






Todo lo creó suavemente a martillazos de soplidos y taladrazos de amor, las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días por las que me levanto orgullosa todas las mañanas y bendigo mi sexo.









Mi piel está grabada con tus señales y no hay viento ni agua que pueda lavarlas sin dejar mi nombre borroso, desteñido y sin sonrisa.














Te quiero como gata boca arriba, panza arriba te quiero, maullando a través de tu mirada, de este amor jaula violento, lleno de zarpazos como una noche de luna y dos gatos enamorados discutiendo su amor en los tejados, amándose a gritos y llantos, a maldiciones, lágrimas y sonrisas (de esas que hacen temblar el cuerpo de alegría).

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