domingo, 19 de junio de 2011

Asesinos en serie: El caníbal de Brooklyn



Asesinos en serie: El caníbal de Brooklyn


14 de Abril de 2008

Querido diario:

Comernos los unos a los otros es una tradición antigua. Thomas Harris, reportero convertido en novelista, creó a mi tío en 1981, en su novela "Dragón rojo", como un secundario de lujo que contrastaría con el protagonista de la historia. Pero mi tío acabó por ser el protagonista porque rezuma autenticidad y realismo por los cuatro costados. Si el personaje de Búfalo Bill es una mezcla de los asesinos seriales Ed Gein y Ted Bundy, mi tío Aníbal se inspiró en varios caníbales, entre ellos un asesino de los años cuarenta, Albert Fish, una persona amable, próxima y aparentemente inofensiva, vecino de Brooklyn, un pedófilo y coprófago que fue ejecutado en 1936 en Sing Sing y que se descubrió a si mismo cuando envió esta carta:

“Querida señora Budd:

Creo que fue en 1894 cuando un amigo mío se embarcó como ayudante de cubierta en el vapor Tacoma. Zarparon de San Francisco rumbo a Hong Kong. Al llegar, él con otros dos marineros, desembarcó y fueron directo a emborracharse. Al regresar a puerto, el barco ya se había ido. En aquella época China padecía una hambruna terrible por lo cual, incluso la carne más barata costaba de 1 a 3 dólares la libra. A tanto llegó la escasez que muchos niños comenzaron a ser vendidos como comida con el propósito de que los adultos no murieran de hambre. Por ese entonces, alguien menor de 14 años no estaba seguro en las calles. Uno podía caminar hasta la tienda y pedir carne o costillas y de inmediato, era traída al mostrador la parte desnuda de un cuerpo para que uno eligiera la que más deseara. La parte trasera de un niño o niña se consideraba la más deliciosa y era vendida en cortes muy finos, a un precio altísimo. De lo que sí estoy seguro, es que mi amigo John permaneció allí el tiempo suficiente como para tomarle gusto a la carne humana. A su regreso a Nueva York, secuestró dos niños de 7 y 11 años. Los llevó a su casa donde los desnudó y ató en un armario. Quemó luego todo lo que traían puesto. Apaleándolos varios días y noches con el objeto de que se ablandaran lo más posible. Decidió matar primero al niño de 11 años, puesto que tenía mayor cantidad de carne. Cada parte de su cuerpo fue guisada y comida excepto la cabeza, los huesos y las vísceras. Hasta el último trozo fue hervido y frito. El niño pequeño fue sometido al mismo proceso. Por ese tiempo yo vivía en la 409 este con la 100 sur, muy cerca de donde se encontraba su casa. Tan seguido repetía lo buena que era la carne humana que me hice a la idea de que debía probarla también. Fue así como el domingo 3 de Junio de 1928 toqué a su puerta, justo en la calle 15. Tal vez no me recuerde. Llevaba queso y algunas frutas que compartimos tras su delicioso almuerzo.

Cuando su pequeña Grace se acercó para sentase en mis piernas decidí que debía comerla. Con el engaño de llevarla a una fiesta pedí que le diera permiso, a lo cual usted accedió después de discutirlo un rato con su esposo. Caminamos de la mano largas calles hasta una casa vacía que había elegido con anterioridad, cerca de Westchester. Al llegar, le dije que permaneciera afuera.

Mientras ella recogía flores subí rápidamente al segundo piso y me quité toda la ropa. De no hacerlo, se mancharía de sangre. Cuando estaba todo listo corrí hacia la ventana y la llamé. Me escondí detrás de la puerta hasta que estuvo en el cuarto. Al verme desnudo comenzó a llorar y trató de escapar por las escaleras. La sujeté pero no paraba de gritar. Como continuaba arañando y mordiendo tuve que asfixiarla hasta que por fin dejó de moverse. Luego la corté en pequeños pedazos para poder llevar su carne a mi departamento. Ahí preparé su estupendo y delicioso cuerpo. Me tomó cerca de 9 días acabarla por completo. De haber sido mi intención hubiera tenido sexo con ella, pero no quise. Puedo asegurarle que murió virgen”.

La policía encontró en casa de Albert una colección de recortes de prensa sobre asesinos en serie y especialmente de caníbales que es con quienes se sentía identificado. Durante el juicio quedó probado que realizó todo tipo de perversiones con más de 100 niños matando además a 15. Se descubrió su infancia en una familia con antecedentes de trastornos psíquicos, el orfanato donde fue violado, el placer que empezó a encontrar en el dolor y en comerse incluso sus propios excrementos. Sus hijos le encontraron en una ocasión azotándose con un palo con clavos en su dormitorio. También se introducía bolas de algodón empapadas de alcohol en el recto, luego las prendía fuego. Pero el mayor placer lo conseguía clavándose agujas alrededor de los genitales. Una radiografía hecha en la cárcel reveló 29 agujas en el interior de su cuerpo (algunas desde hacía tanto tiempo que habían empezado a oxidarse. También había probado a introducirse agujas debajo de las uñas, pero renunció cuando el dolor se hizo insoportable.

Fish fue considerado culpable por crímenes con premeditación tras diagnosticarlo sicótico. Se llevó a la tumba el número de niños a los que había asesinado y cuando se lo preguntaban respondía sonriendo: “Por lo menos cien”. Había matado al primero cuando sólo tenía veinte años, y luego viajó como pintor de brocha gorda por varios Estados, matando a niños pobres y negros, cuya desaparición no activaba demasiado a la policía en aquellos años. Al final se le acusó por quince asesinatos. Tuvo una sorprendente reacción al ayudar a los guardias a colocarle los electrodos, y se mostró entusiasmado por morir.

“Qué alegría morir en la silla eléctrica. Será el último escalofrío, el único que todavía no he experimentado, ¿Cómo es posible que yo haya llegado hasta aquí?” Durante su ejecución, en la primera descarga se produjo un cortocircuito por las agujas y clavos de su pubis. Aumentaron la potencia para la segunda descarga y Albert recibió lo que tantas veces había hecho con inocentes, quedó frito.

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