jueves, 3 de junio de 2010


















EL BORRACHO.- DE ALDO LUIS NOVELLINI

bebía mi tercer cerveza en un bar de malamuerte
cuando se acercó arrastrando los pies
- ¿me daría unas monedas, señor? –
- ¿y para que son, amigo? –
- bueno, le aseguro que no son para comprar un litro de leche –
- bien, y dígame ¿qué hace usted de su vida? –
- beber ¿y usted, señor? –
- yo… soy poeta… creo –
- ah, no está muy seguro, yo estoy seguro de ser borracho –
- de acuerdo ¿y qué hace un borracho cuando está sobrio para hacer de éste mundo perverso y absurdo un lugar mejor? –
- mire, señor, yo no se muy bien la diferencia entre estar sobrio o borracho, pero de algo estoy seguro, los sobrios destruyeron el mundo –
- tiene razón, amigo, el poeta es usted, tome este billete pero con una condición: no lo vaya a gastar en leche -.



















OLORES DE PAULO CUCURRULLO

Llegó agotada a su casa y le pidió a su hijo que por favor masajeara sus pies. Él accedió de inmediato, y con ambas manos empezó a hacer la tarea. Primero masajeó el pie izquierdo con mucha dedicación, por alrededor de cinco minutos; y mientras masajeaba sentía como la fetidez de los pies cansados de su madre ingresaba cálida por su nariz. Luego masajeó con la misma dedicación el pie derecho, sintiendo una extraña y agradable excitación. Cuando terminó el ejercicio, se dirigió rápidamente al baño, bajó el cierre de su pantalón y tomó su pene que estaba, como pocas veces, duro como roca. Con su mano derecha empezó a acariciarlo, mientras su mano izquierda la posaba cerca de sus fosas nasales, y aspiraba profundamente. Empezó a recordar a la mujer que hace unos pocos días se había sentado a su lado en la micro [autobús o microbús]. Por su incapacidad visual, había desarrollado el sentido del olfato, la audición y el tacto, lo que le había permitido sentir cosas imperceptibles para una persona normal. Esa mujer, esa mujer se le venía a la mente, ya que entre el olor de la colonia barata, que parecía que hubiera desparramado indistintamente por todo su cuerpo, podía sentir el olor de su vagina, sus axilas y el de cada recoveco de su existencia. Mientras pensaba en la mujer, empezó a frotar con más fuerza su pene y a lamer por entre los dedos de su mano, imaginando que su lengua recorría su vagina. Súbitamente sintió como su cuerpo explosionaba. Creyó ver una luz, creyó ver con claridad un algo. Cabeza gacha con ambas manos apoyadas en el lavamanos, sintió por unos segundos que no todo estaba perdido

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